Soy vida recorriendo mi cuerpo.

A veces, el río de la vida circula subterráneo paseándose entre las raíces; buscando el silencio, la calma y la paz de la profundidad; absorbiendo nutrientes en la oscuridad; tomando fuerza y conocimiento de la tierra y de sus ciclos; agudizando el instinto y el olfato.

Absorbo la savia, se llenan de vida mi sexo y mis caderas; reconozco ese lugar transcendente, útero cueva; siento el latir de los miles de huevos que me habitan y me susurran creaciones.

Honro la sangre que me regenera y me hace mujer, la siento deslizarse caliente entre mis piernas; la canto y la ofrezco a la tierra y a las plantas como plegaria por lo que tiene que morir o por los anhelos que esperan ser creados.

Recuerdo a las que vinieron antes y se unen en mi oración como mantenedoras de la vida.

Me desprendo de lo estricto, de lo que sobra. Me he regenerado en mi ciclo de luna roja y siento mis músculos preparados para emerger a la superficie, renovada, joven y alegre como primavera.

La chispa que crea late impetuosa.

Quiero expresarme en danza salvaje, correr desnuda por el bosque, revolcarme en la hierba, bañarme en las aguas vivas y frescas, sentir la organicidad de mi cuerpo, sacudir el aturdimiento de la domesticación.

Respiro, huelo, toco, grito, aúllo.

Soy la chispa que impulsa mis creaciones.

Conectada a la vida, presente en mi vientre y en mi sexo, me vivo cíclica, acompañada por el ritmo de las estaciones, del movimiento de los planetas.

Es en su escucha que me regenero, me vivifico….

En mi vientre habita la chispa que crea, energía salvaje, vital.

Es el deseo de vivir intensamente, eróticamente y en comunicación.

Carmen García Enguita

¿Dónde está esa Mujer Salvaje Primigenia?

 

La mujer llamada primitiva, primigenia, salvaje, orgánica, es una parte de todas las mujeres que es espontánea, libre, desinhibida, cercana a la vitalidad de la naturaleza, intrépida y desvergonzada.

Esa parte que todas tenemos nos pide habitar el cuerpo sin fisuras, entero, sin divisiones.

 

Cuando me escucho diciendo:
“Esta parte me gusta, ésta no”,
se produce la fragmentación:
“divide y vencerás”.

 

Aparta a una mujer de la conexión con su instinto, con su deseo, con su organicidad.

La aparta de su vientre, de su sexo y la hace mujer tibia, asustada, cansada, empequeñecida, sin la intensidad del brillo femenino.

Con facilidad para dejarse llevar por lo que la sociedad le diga acerca de cómo ha de ser su cuerpo.

Estará pronta a comprar la belleza desvaída e impuesta de la eterna juventud a cualquier precio.

La Mujer Salvaje me pide reajustar mi valoración personal, confiar en mis recursos, quererme a mí misma y ocupar mi lugar con dignidad.

Las mujeres somos portadoras, podemos buscar en nuestro interior y confiar en la validez de lo que tenemos.

Somos la vida del universo.

La chispa energizante de la Mujer Salvaje Primigenia te saca de la espera, del amor romántico:

 

“Alguien o algo vendrá a rescatarme
 y todo será mejor, todo cambiará”.

 

La organicidad te pone en contacto con la fuerza del “Quiero, puedo y lo hago”, eleva la autoestima y el amor hacia una misma.

Vuelvo a mí una y otra vez.

La Mujer Salvaje Primigenia es una fuerza para el cambio, indómita y revoltosa.

Vivir conectadas a la vitalidad profunda nos proporciona una belleza fresca, nos permite ofrecernos amor, adornarnos con encanto, con lo que nos hace hermosas para nosotras.

Cuando amamos incondicionalmente nuestros cuerpos y estamos encantadas en ellos, somos una irradiación irresistible.

Lo que se ama y se honra es muy hermoso.

La espiritualidad de las mujeres se vive en el cuerpo, en contacto con los ciclos de la naturaleza:

  • La danza, sin duda, nos facilita soltarnos la melena, conectar con el deseo y sacudir estereotipos limitantes.
  • La risa y el humor son nuestros aliados para desafiar a los depredadores que se empeñan en limitarnos, modificarnos, disminuirnos, doparnos y acallarnos.

Sí, nuestra espiritualidad es silenciosa, escandalosa, danzarina, risueña, profunda y obscena; nos pide celebrar nuestros cuerpos, nuestra sensualidad, nuestra sexualidad, habitar las carnes con júbilo, gozo y éxtasis.

 

¿Cómo entrenar mi Mujer Salvaje Primigenia?

 

  • Haz algo que para ti sea intrépido, transgresor, inhabitual, que te haga conectar con la vida, con la libertad, con el instinto.
  • Hazte preguntas: “¿Qué quiero?, ¿qué me pasa?, ¿qué necesito? ¿cuándo y cómo dejé de ser fiel a mí misma?, ¿qué está oxidado en mi vida?, ¿qué necesita aire nuevo y libertad?, ¿vivo conectada a mi deseo por mí?, ¿para mí? o ¿estoy a la espera de que otros me deseen?”.
  • Presta atención a los incesantes: “¡nunca es suficiente!”, a la adicción a la perfección, a la auto exigencia.
  • Entra en el “me reconozco y aprecio”, “esta soy yo” y “esta soy yo en transformación”.
  • Siente en tu cuerpo la conexión cielo-tierra:

 

Mirada presente.

Cierra tus ojos y siente tus pies
enraizados a la tierra,
sintiendo el peso de la gravedad
en tus caderas y tu suelo pélvico.

Cabeza queriendo tocar el cielo,
corazón abierto y consciencia
de tus pechos, de tus pezones contentos.

 

  • Conecta con tu deseo de vida, de ser deseable para ti misma.
  • Date algún momento de danza salvaje y vital, cultiva tu belleza.
  • Date momentos de soledad, de volver a ti.
  • Pasa tiempo en la naturaleza, corre desnuda, báñate en ríos, mares de agua viva.
  • Observa tus ciclos. Lleva un diario con las fases de la luna y reconoce tus sensaciones, emociones…
  • Reconoce tu cuerpo desnudo en el espejo. Evita los juicios sobre él, míralo entero, sin cortes, como una unidad, ponte distintas músicas, baila y siente su fuerza, dulzura, sensualidad, erotismo, furia, ternura…
  • Prepárate un baño ritual y renueva la fidelidad a ti misma.

 

Pon en un bol con agua pétalos de flores blancas,
cúbrelo y déjalo macerar unas horas.

Échate esta agua por encima de tu cuerpo
como purificación y renovación.

Carmen Enguita

 

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